Silencios de niebla by Pilar González Álvarez

Silencios de niebla by Pilar González Álvarez

autor:Pilar González Álvarez [González Álvarez, Pilar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-05-05T00:00:00+00:00


20

El infiltrado

Vimbodí, Monasterio de Poblet, lunes 16 de enero de 1989

Santini Ricci compró un par de hábitos blancos, escapularios negros y el cinturón que se pondría debajo, después de falsificar y enviar una misiva al abad del monasterio de Poblet. Esta llevaba en el sobre el matasellos de Roma y, al lado de la firma del cardenal Balbino Abascal, el sello del Vaticano.

El prelado recibió la notificación de la Santa Sede; al menos lo creyó así. En ella se le informaba de que el fraile Fabrizio Bianco se incorporaba al monasterio el día 16 de enero. Le extrañó que le enviasen otro bibliotecario. No había pedido a nadie pues ya contaba con uno. Pero como era costumbre en él, acató las órdenes y se alegró de que el hermano Miguel, encargado de la biblioteca, pudiese contar con un ayudante ya que a menudo se quejaba de que no podía solo con el trabajo, en especial desde que trajeron un ordenador para digitalizar los libros; su elevada edad le hacía enemigo de los cambios y desde mucho tiempo atrás rechazaba cualquier nuevo aprendizaje.

El abad dispuso que preparasen una de las muchas habitaciones que permanecían cerradas. La reforma del monasterio habilitó el espacio antiguo, pero en otras épocas el número de monjes que allí residían era mucho más elevado por lo que existían dos alas deshabitadas.

El espía se presentó el día convenido en la puerta del monasterio vestido de monje cisterciense, con un peluquín de cabello oscuro que afloraba por el perímetro de la cabeza y mantenía una gran calva en el centro de la coronilla, y unas grandes gafas grises de montura cuadrada. La cicatriz de la mejilla la hizo desaparecer debajo de las cremas y el maquillaje que se untó. El fino bigote se lo afeitó. La caracterización era una de sus muchas habilidades.

Lo recibió uno de los hermanos y le informó de que en media hora le esperaba el abad en el despacho, le indicó cómo llegar y lo acompañó al cuarto que le habían preparado para que acomodase las escasas pertenencias que le permitían llevar. Una maleta mediana con doble fondo era todo su equipaje. En la parte visible solo contenía una muda completa, un estuche de aseo y una biblia; en la oculta, una pistola y lo necesario para realizar falsificaciones y poder cambiar de disfraz cuando le fuese conveniente.

—¡Bienvenido, hijo! —Saludó el religioso al asomar Santini Ricci por la puerta de su despacho—. Entre, entre, no se quede ahí.

El italiano se aproximó al clérigo, le hizo una reverencia y le besó el anillo en señal de respeto.

—Viene como bibliotecario, según dice la carta que he recibido del cardenal Balbino Abascal, pero no me explica mucho más. ¿Dónde ejercía antes su labor? —Se interesó el abad.

—En la abadía de San Galgano. Como imagino que sabrá, Reverendimo Signore —Reverendísimo Señor—, está en pessime condiciones. Hay obras en el templo y hemos tenido que abandonarlo. El proyecto de restauración será largo, calculan que tardarán unos seis años en terminar la reconstrucción.



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